Este viaje ingresamos al Central Park, en la tarde del sábado 12 de noviembre, por su esquina sureste, tras recorrer toda la 5ta avenida, desde el Bryant Park. En el medio nos topamos con innumerables sensaciones, desde sus rascacielos, uno de los edificios de Donald Trump, la Catedral Saint Patrick’s, y un sinfín de personas que dan cuenta de lo cosmopolita que es esta ciudad.
Al entrar al parque, el mismo comienza a convertirse en un cuento de elige tu propia aventura. Los caminos, pasadizos, puentes, túneles, se abren por doquier y cada cual puede, entre todas las opciones, hacer su camino. Hay muchas personas que eligen las avenidas internas para salir a hacer running, hay quienes se visten de gala para alguna fiesta y utilizan los diferentes paisajes del parque para elaborar su book de fotos. En fin, así es el Central Park.
En esta oportunidad elegimos, y porque lo estábamos haciendo una tarde de otoño, y contábamos con pocas horas más de luz solar (ese día hizo unos increíbles 20 grados que hicieron magnífica la aventura), comenzar por la Fuente de Bethesda, el corazón de Central Park, aunque, lamentablemente, la misma no estaba en funcionamiento y se perdía, así, su magia.
Desde allí, nos fuimos hasta los Strawberry Fields (el recuerdo vivo de John Lennon, asesinado en el Dakota Building, a pocas cuadras de allí). Nos quedamos sentados un ratito junto a otras muchas personas, escuchando música de una artista oriental que representaba las obras de John y los Beatles. Tuvimos la dicha de oir, casualmente, Imagine.
Finalmente, nos movimos un poco más al norte, para llegar a la parte más alta de todo el parque: El Castillo Belvedere. Desde allí, se cuenta con algunas muy lindas vistas de todo el lugar (aunque debemos admitir que hay paisajes de ensueño a cada paso en todo el parque y en toda Nueva York). La última estatua que recorrimos antes de irnos, fue la de Alicia en el País de las Maravillas, obviamente llena de chicos de todas las edades y música en vivo de la película.